Lo primero que me llamó la atención, de esta casa llena de luz y detalles, fue una foto antigua, de una joven guapa, que miraba hacia la cámara sonriendo.
Que raro, pensé, haciendo en mi mente una rápida recopilación de todas las imágenes de familia antiguas que había visto, que raro, normalmente nadie sonríe, todos son muy serios.
“Es mi abuela”, dijo Monica, con su voz fresca y alegre, sonriendo.
La sonrisa, la dulzura y la atmosfera ligera y llena de esperanza son la firma de La Monix, artista nacida en Barcelona.
Se irradian de las tazas dejadas a secar en la cocina, de las flores, de las plantas y de todos los objetos de casa, como si fueran el perfume de una buena paella artística casera.
Monica tiene la fuerza inexorable de los sueños, de la fantasía y del pensamiento, que, dice, son de las pocas cosa que no tienen límites (si nosotros mismos no los ponemos).
Le encanta pintar esos pelitos que tanto nos vuelven locas a la mujeres cuando hay electricidad en el aire y se levantan como pequeñas espinas de erizo.
Le encanta pintar barbas.
Hacer fotos para ella ha sido un placer de la vida, como tomar un té caliente en invierno, con tu gato, como despertar en la luz de Barcelona, como entrar en una casa desconocida que huele a familia.
Una mañana entre mujeres: maquilladora, estilista, modelo y hasta la perrita, que vigiló tranquila y alguna vez posó juntos con Monica.
Me siento de verdad muy contenta de haber podido entrar en la casa, en la vida y en el mundo artístico de Monica, porqué viviendo en situaciones diferentes ambas buscamos dibujar nuestro recorrido con lo que nos llena, con un objetivo firme y con espíritu alegre, sabiendo que en la vida no hay regalo más grande que ser felices por como somos.
Y ella es un encanto.